domingo, 1 de mayo de 2016

Un mes de Abril que fue puerta de las Glorias

Hemos vivido un mes de abril lleno de emociones marianas. Arrancaba con él la cincuentena Pascual, en la que con toda la Iglesia celebramos a Jesús Resucitado. Nuestro evento más importante fue la Misa Solemne en la fiesta de la Madre del Buen Pastor, que tuvo lugar el sábado 16 de abril a las 12 de la mañana. La eucaristía fue presidida por nuestro hermano sacerdote Pedro José Rodríguez Molina, vicario parroquial de la de San Pedro y San Juan Bautista de nuestra ciudad.

En el transcurso de dicha eucaristía, nuestro hermano Félix Lerma Carrión hizo entrega de un hermoso juego de tembladera como obsequio a la Santísima Virgen en su fiesta litúrgica, que fueron recibidas por el Hermano Mayor de manos del donante en el presbiterio.



La semana previa a la fiesta de la Madre del Buen Pastor se viste de fiesta en Sevilla mientras se celebra la Feria de Abril. Ya es tradición que los jóvenes de la hermandad visiten en grupo el Real y tengan un recuerdo con la hermandad a través de las redes sociales. Aquí les vemos llegando a la portada y compartiendo la fiesta con los jóvenes de las Mercedes de la Puerta Real. 



Tan sólo unos días más tarde, el Consejo General de Hermandades y Cofradías presentó su Cartel de las Glorias de Sevilla 2016, que había sido pintado por Miguel Ángel Romero. En él tuvimos la suerte de encontrar representada a nuestra titular, junto a la Virgen de la Salud de San Isidoro y la Reina de Todos los Santos. En palabras del autor, la Divina Pastora es "la última flor del verano".


El mismo domingo 24 de abril, V de Pascua, en la eucaristía dominical, hicimos una intención especial por el eterno descanso de la madre del Consiliario de la Hermandad, don Jesús Gabardón de la Banda. La colecta de la misa fue dirigida para los refugiados en Ucrania atendiendo a la petición que en ese sentido había hecho el Papa Francisco.


Al concluir el mes de abril, llegaba el momento de disfrutar del Pregón de las Glorias que había preparado el novelista Antonio García Rodríguez. Para presidir dicho pregón, fue trasladada la imagen de Nuestra Señora de la Cabeza, titular de la hermandad vecina filial de la Cofradía Matriz de Sierra Morena. Para que la hermandad pudiera estar presente en todo el recorrido, se formaron diferentes equipos de relevo.





Una vez llegó la imagen a la Catedral, depositamos allí las insignias para el regreso al día siguiente. En el Pregón, nuestra titular ocupó un lugar especial. Estas fueron las palabras de Antonio García Rodríguez en honor de la Pastora:

Cuentan que en la memoria de los más viejos del lugar aún retumban las palabras y suenan los ecos de una gran dicha, de un júbilo sin parangón, de un acontecimiento tan extraordinario que no hay tiempo suficiente en el universo para referir tanta gloria ni exaltar tan grande enaltecimiento del alma. Dicen, los que aún guardan la emoción que les fue transmitida, que se removieron los cimientos de las emociones cuando se produjo el gran acontecimiento y que una voz fue anunciando, de casa en casa, de huerta en huerta, de torre a torre de la muralla, que la Madre de Dios se había aparecido, ataviada de Pastora y conduciendo un rebaño, a un pobre y humilde monje y que en su visión le fue conferido un mensaje, que los hombres ya tenían quien condujera sus almas por las praderas del cielo.
Recuerdan quienes sueñan con el sosiego y la paz de sus almas, como heraldos de una alegría inmerecida, que aquel hombre que compartía su tiempo entre la contemplación y los quehaceres del convento, invocando a María en sus propósitos cotidianos, y que propiciaba una felicidad sin precedentes, en quienes le escuchaban cuando se refería a ello, al insólito hecho que sólo a unos pocos le he es revelado, y que ahora otros relatan, a la luz cenicienta de las tardes del otoño, esa que atraviesa el umbral de los ventanales para significar que llega el tiempo ansiado para reencontrarse con la verdad de aquel mensaje, que la Virgen se le apareció para anunciarle que todo tenía sentido, que desoyera las voces, y así lo trasladara a sus hermanos, de quienes vertían la falacia sobre el vacío más absoluto tras la muerte y que al hombre, solo le esperaba la oscuridad, la nada. Dicen quienes recibieron el legado, que sentada sobre un risco y a la sombra de un granado, la dulzura de la voz avanzaba la ventura de una vida nueva, sin el miedo de la mentira que anunciaban el despropósito del abandono por Quién más nos quiere, que Ella, la Toda Santa, la Bienaventurada, la divina portadora de Esperanza también era la Pastora de nuestras Almas.
Sucedió aquí en Sevilla, en un monasterio circundado por solariegos campos y fructífera huertas, donde la claridad del aire fue transmitiendo el pregón de la gran noticia, donde el eco fue convirtiendo en verdad la visión de fray Isidoro hasta traspasar el corazón de los hombre y hacer presente el mensaje de Cristo, por medio de su Madre, de que ningún alma se vería en desamparo cuando los llamase el Padre, que todos tendrían un lugar en la eternidad, un lugar en el paraíso donde gozar de la inmortalidad, sin importar su condición, ni la ascendencia, que todos serían llamados a formar parte en el redil que tiene como Pastora a la que es Madre de Cristo.


Aquí, en la ciudad que aclamaba la condición más Pura de la más Pura de las mujeres, nació y se extendió al mundo, la devoción mariana que resuelve las dudas del ser humano, que transmuta en verdad absoluta el hecho incontestable de que tras la muerte hay una vida segura y plena, que la eternidad será gozada por quienes forman parte del refugio que les defiende de la temida oscuridad, de que en los campos celestiales encontrarán la paz los que no la tuvieron en la tierra, la heredad de la felicidad los que fueron desheredados por sus propios congéneres, que allí, donde la Virgen habita y cuida de los hijos de su Hijo, convertida en Divina Pastora de las Almas, en Bendita guardiana y guía del rebaño que pace y se nutre de la Esperanza, serán consolados a los que se les infringió el azote de la tristeza; que en las praderas de la eternidad, donde pasea María observante y atenta, podrán apacentar y serenarse quienes fueron abocados a la desigualdad y a la injusticia por la iniquidad de los propios hombres; que donde el horizonte siempre mantiene en vilo la luz que mana de los ojos de la Niña de Nazaret, serán acogidos y confinados en el redil de la salvación proclamada, quienes mantuvieron limpio su corazón sin importarles que fueran anunciados como necios por el hecho de querer servir a Cristo; que en los campos sembrados con la misericordia y el amor, descansaran quienes no dudaron en entregar su vida por no renunciar al nombre de Jesús, el Resucitado, el verdadero Dios que se inmoló por redimir al género humano; protegidos por el manto maternal de María, reposarán quienes obraron con misericordia, quienes no vacilaron en servir a los menos favorecidos, en los que reían mientras ofrecían su mano para otorgar el perdón a los que les ofendían o les hirieron; en el cielo, junto a la Divina Pastora, encontrarán la alegría y el regocijo de la recompensa quienes fueron negados, vilipendiados y desairados por quienes se creían superiores porque fueron agraciados por la fortuna material y obviaron el ejercicio de la piedad y la compasión con quienes fueron designados pobres por la sociedad, porque vieron en su condición un motivo para su desarraigo.
Todo eso, aseguran las crónicas antiguas, las recogidas en los libros, las palabras que fueron de voz en voz, recorriendo siglos y acortando tiempos, fue lo que vino a referir la Pastora de las Almas, la Virgen mediadora siempre, cuando se apareció a Isidoro, el monje sevillano, que emprendió prontamente su propagación en su entorno con una labor entusiasta, vigorosa y alegre, que es la manera con la que se advierte el gran amor a María, para convertirse en la devoción mariana con origen sevillano más extendida en el orbe católico.
Siglos después de la confirmación del anuncio de la salvación de la almas, a través de la Santísima Virgen, mediadora entre Cristo y los hombres, sigue profiriéndose el mensaje que tiene como culminación la Esperanza, la plenitud de una vida más allá de la muerte.


La ensoñación que quedó prendida en el corazón y el alma de la ciudad, recorre las calles de la feligresía de San Juan de la Palma, y hay clamores y se elevan cánticos desde la calle Amparo, para recordarnos que la vida no tiene sentido sin la expectativa de una existencia perenne junto al Dios misericordioso, que nos ampara y protege. La Pastora Divina de las Almas, la Virgen que mantiene unido al rebaño que congregó Quién resucitó de los muertos, Quién nos otorgó la alegría de la eternidad, congrega en torno a Ella el fervor de sus hijos y recoge las plegarias, y las oraciones y las peticiones en los primeros días del otoño, cuando las palabras atraviesan los siglos y se postran frente a la puerta de la capilla del antiguo hospital de los Viejos que retiene, como antes se guardara y preservara en Santa Marina, la devoción sevillana de la Madre de Dios y recuerda que en esta ciudad se proclama, con alegría inmensa, con salmodias, con cánticos exultantes, con el boato y el esplendor que se merece la Toda Santa, que se presentó para infundir en el corazón de sus hijos esa alegría inmensa que lleva congénitamente el mensaje de amor más grandioso de la creación, del que todos participamos y al que somos invitados a asirnos, a no temer perdernos en la oscuridad del pecado, porque tenemos guiándonos, por las sendas de la Verdad, a la Bienaventurada, a la elegida por su humildad y su entrega sin fin, y que se presentó ante Fray Isidoro, el monje sencillo, para decirle que Ella era la Virgen y que había elegido Sevilla para proclamar su condición como Divina Pastora de las Almas.

Con tan profundo mensaje quedó representada nuestra hermandad en su texto. Tras el pregón, acompañamos a Antonio en su cena-homenaje. Al día siguiente se organizó el regreso de la Virgen de la Cabeza a su sede canónica y quisimos formar parte del cortejo oficial.


Abandonamos nuestro lugar en la Plaza Nueva, donde la Virgen recibió una petalada que llevaron a cabo jóvenes de nuestra hermandad, gesto que ha quedado recogido en diferentes medios de comunicación local cofradiera.


María, Félix y Javier formaban parte del equipo que se organizó para engalanar la fachada de la capilla durante la víspera para que el ambiente festivo que precisaba la celebración de la cofradía de la Cabeza tuviera su reflejo en nuestra sede. Así quedó preparado todo para el paso de la Virgen por la calle Amparo.


Una vez llegó la procesión a las inmediaciones de nuestro templo, salió la comisión de la hermandad con estandarte y varas. A la llegada de la Virgen se cantó un himno mariano y otra petalada, esta vez por parte de nuestra corporación, besó las sienes de la Morenita.




En el interior de la capilla, la Divina Pastora lucía ya vestida para el mes de mayo con un atuendo de telas de brocado escogido especialmente para la ocasión. Como siempre, ofrecemos un reportaje de variados planos e instantáneas de esta indumentaria.









Así hemos vivido el mes de abril en nuestra hermandad. Como ves, hay tiempo y lugar para todo, y lo podemos disfrutar juntos. Anímate a conocer la vida de la Primitiva!






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