Entre los temas marianos más representados se encuentra la Divina Pastora, que desde el siglo XVIII hasta nuestros días ha salido de la mano de los mejores artistas para alentar devociones particulares y misiones y adornar templos con tal iconografía. En el siglo XXI, en muy diferentes lugares se sigue versionando la pintura primitiva de Alonso Miguel de Tovar. Traemos a nuestro blog una obra de la pintura venelozana Milixa Morón, que nos presenta una peculiar Pastora.
Dejando atrás los convencionalismos iconográficos, vemos una mujer de tez morena, con mirada profunda y carnosos labios, luciendo un sombrero de paja y el pelo liso de color negro, con un aspecto modernizado o realista. No lleva manto, y su vestido está formado por varias prendas: una camisa de lino, un corpiño azul y una falda parda. Lleva en sus brazos un niño envuelto en pañales y sostiene un humilde cayado de madera. Sentada sobre unas peñas como en el lienzo original, está acompañada por un cordero plácidamente sentado a sus pies. El verdor del risco se ha transformado en tierra seca, aludiendo al mundo actual, reseco y herido por tantos conflictos y problemas.
El paisaje de fondo es evocadoramente oscuro, como expresando de forma simbólica las oscuras cañadas por las que puede perderse nuestra alma si se aparta del Redil de la Divina Zagala. Se ha obviado la presencia de San Miguel, aludiendo a la indefensión de nuestra sociedad ante los ataques en contra de Dios. Aún apartándose tanto de la iconografía de nuestro fundador, nos dice mucho de la fecundidad del modelo, que seguirá generando nuevas aportaciones al arte pastoreño.