El capataz Antonio Santiago ha recibido la insignia de oro de nuestra hermandad cuando su voz cumple una década al mando de la cuadrilla de costaleros de la primitiva Divina Pastora.
Esta Semana Santa ha cumplido 47 años al frente de los pasos, empezó muy joven de la mano de su padre y, a día de hoy, es reconocido en toda la geografía andaluza por ser uno de los más insignes capataces de Sevilla. Hablamos de Antonio Santiago, quien asegura que la faceta de capataz es algo que «nunca se termina de aprender, siempre hay pequeños detalles y cosas que puede que las sepas pero que estén en el cajón del olvido. Por lo tanto no se puede decir “yo lo sé todo y ya he llegado al máximo”, considero que siempre hay que mejorar en lo posible, no quedarnos en aquello que pasó o en las formas en que se hacían las cosas hace tres o cuatro décadas».
Desde hace diez años, las manos de Antonio Santiago son las encargadas de hacer sonar el llamador que advierte del callado esfuerzo a los costaleros de la Divina Pastora. Antonio explica orgulloso el momento en el que Andrés Martín, quien entonces era hermano mayor, le pidió que tomara la responsabilidad de sacar la cofradía: «Para mí fue algo inesperado, porque yo no pensaba que pudiera sacar esta cofradía. Cuando entré como capataz recordaba todos esos años en los que yo estaba en la acera como espectador viendo la procesión por la calle. Para mí fue una alegría muy grande ser capataz de esta hermandad».
Sin embargo, la vinculación de esta familia de capataces con la primitiva hermandad tiene una fecha anterior en el tiempo: «Mi padre estuvo vinculado a la hermandad en su momento; él no era el capataz, pero los que fueron encargados de esta labor le pedían ayuda y colaboración», explica Antonio Santiago.
El recorrido actual de la cofradía es resultado de una evolución progresiva que el capataz general de la hermandad define como «todo un acierto». «Durante los primeros años en los que yo sacaba la procesión llegábamos a la plaza de San Marcos y a la calle San Luis. Creo que el recorrido que tiene ahora mismo la cofradía tiene las dimensiones idóneas y es muy vistoso, con calles recogidas, en el que la procesión se luce mucho –como, por ejemplo, en Divina Pastora, la calle de la Virgen–. Creo que al final la hermandad ha encontrado la medida justa para la procesión», asegura Antonio Santiago.
Las cuadrillas de costaleros de este insigne capataz de la ciudad se caracterizan por estar formadas por hombres de una estatura reducida. Antonio explica que este es un requisito en la cuadrilla de la Divina Pastora, principalmente, por las reducidas dimensiones del paso. Explica, además, que para intentar minimizar en lo posible los pequeños descuadres de la cuadrilla, «hay que intentar que el personal que se meta debajo sea gente bajita, con lo cual los movimientos son más pequeños e intentamos de alguna manera que, si existen esos fallos, se noten menos». Cuerpos reducidos con un corazón enorme. Antonio no duda en elogiar a sus hombres y en asegurar que «la gente viene entregada a intentar hacerlo lo mejor posible y siempre en beneficio de la hermandad y, por supuesto, en el lucimiento de la Virgen».
Acostumbramos a ver a Antonio Santiago como capataz en muchas de las cofradías de penitencia y de gloria que recorren las calles de la ciudad. Cuando se le pregunta si hay algún paso de Sevilla que le gustaría mandar responde convencido que sí: «Hay muchos, tanto de gloria como de penitencia, que no he mandado y, sinceramente, me gustaría mandarlos todos. No creo que haya algún capataz al que no le guste mandar un determinado paso de Sevilla. Yo estoy muy contento y satisfecho con todas las hermandades que mando, pero sí es cierto que me gustan todas».
El capaz de la primitiva hermandad de la Divina Pastora presume orgulloso de la alegría que desprende la cofradía en la calle: «Esta hermandad se caracteriza fundamentalmente por la alegría, la alegría que se le da a la Virgen, el cómo se adorna el paso, las flores, cómo va la Virgen vestida… Yo creo que todas las hermandades de gloria son así, hermandades letíficas y de alegría. Pero quizá esta imagen y este paso y está hermandad te porta aún más esa sensación de alegría hacia la Virgen.Este es un paso de gloria con una seña de identidad propia y eso también es importante».
«Es algo que creo que no me merezco, pero que agradezco enormemente», estas fueron las palabras que Antonio Santiago pronunció cuando, recientemente, recibió la insignia de oro de la Hermandad de la Divina Pastora. Esta distinción deja patente el agradecimiento de la corporación hacia la persona que, desde hace diez años, ha aunado su sapiencia y su trayectoria para ofrecer a la Virgen lo mejor de que puede ofrecerle: su dedicación incansable y sincera. «Yo estoy al servicio de la hermandad para colaborar con ella en lo que pueda dentro de esta faceta de capataz de la cuadrilla de costaleros. Trabajar para la primera hermandad con la titulación de “Divina Pastora” es para cualquier sevillano gratificante y, espiritualmente, te llena», explica orgulloso Santiago.
IRENE ASTORGA PEDRERO
DANIEL MADRID PASTOR
MARÍA ORTIZ MORERA
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